La Mano Negra, esa supuesta organización terrorista de orientación anarquista que fue el «azote» del campo de Jerez en el siglo XIX. O eso quisieron hacer creer las autoridades de la época, jubilosamente secundadas por una prensa que ya entonces estaba más a vender con el escándalo que a presentar la realidad. Más que una Mano Negra, lo que hubo ahí fue una Mano Blanca, la del poder, que fabricó todo un caso de conspiración revolucionario-criminal y, cada suceso delictivo que podía servirle, lo aprovechó para detener a los culpables, sí, pero también a sindicalistas del campo andaluz, muchos de los cuales acabaron deportados a Filipinas por pertenecer a una sociedad secreta que nunca existió.

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